IRLANDÉS, LO VOLVERÍA A HACER
Hace un par de días recibí la invitación a escribir este testimonio para el Newsletter Irish Alumni. Debo confesar que, en un principio, me dieron un poco de nervios y no sabía por dónde empezar. No obstante, y en cuanto empecé a recordar mis años en el Irish, solito comencé a reírme y no pude dejar de escribir. Esta es la versión más corta que logré de todo mi texto.
Mi nombre es Miguel Ángel Cheschistz, desde muy pequeño siempre fui bastante inquieto y por ello mis papás me metieron al Irish desde Kinder y ahí me dejaron hasta 1998 cuando tuve el honor de dar el discurso de graduación frente a las futuras generaciones en la cancha de futbol.
Soy abogado egresado del ITAM, hace 15 años tuve la idea de arrancar un despacho boutique que se especializara en el litigio administrativo y regulatorio de usos del suelo y desarrollo urbano para grandes desarrollos inmobiliarios de la Ciudad de México y Zona Metropolitana, una especialidad que aún es poco conocida y explotada por otros despachos. Tuve suerte y la estoy aprovechando.
Pero, si les digo la verdad, mi pasión es el altruismo. Eso, sin lugar a duda, se lo debo al Irlandés. En donde me enseñaron a ser agradecido.
Por ello, y a la par de mi oficina, en 2013 logré hacer mi propia fundación destinada a mejorar las condiciones de salud y educación. Actualmente, junto con mis hijos, hacemos campañas para entregar Kits Sanitarios y Despensas a las poblaciones más vulnerables gracias al apoyo de todos mis clientes y amigos que no solo depositaron en mí sus proyectos inmobiliarios; sino que, comparten el sentido de gratitud conmigo.
En 2018, tuve el honor de haber sido nombrado en Roma Caballero de Gracia Magistral por la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta con distinción por las labores asistenciales realizadas.
No obstante, y lejos de eso, hay otras cosas que me dejó el Irlandés. Las cuales, al momento de empezarlas a citar en un borrador de este texto me llevó a la conclusión del título de este testimonio.
Y es que no puedo dejar de recordar el estatus que daba estacionar tu coche en el árbol que está afuera cuando ya eras de Prepa. En esos tiempos, estacionarse donde está la bomba de agua era tan solo para los de secundaria que apenas les prestaban el coche que ya había pasado por toda la familia.
Los arduos torneos de rayuela que debían de ser jugados en las sombras de los recreos y con los que obtuve el capital para pagarle a Miss Gloria de la tiendita todo lo que me fiaba. Estoy convencido de que, si Miss Gloria hubiera cobrado un interés a todos los que nos fiaba, hoy tendría un banco.
Tampoco se puede pasar por alto el “vientre” robusto pero duro de Daniel, el profesor de natación. Así como el de un compañero generaciones debajo de mí a quien tuve el honor de bautizarlo como “El Chelas” y a quien la última vez que vi tuve que saludarlo por su nombre y de usted al comprobar que el tamaño de su brazo era igual que el de mi pierna, atrás dejó su porcentaje de grasa para volverlo de masa muscular.
No puedo dejar de reírme mientras escribo.
Y qué decir de ese último partido de futbol entre la generación que ya salía de Prepa y los profesores, donde pensábamos que íbamos a descargar toda nuestra ira y, comúnmente, terminaba siendo todo lo contrario. Con muy justa razón.
En fin, son tantas las anécdotas en esa escuela que tanto amo y que me parece son muy parecidas a cómo debe de vivirse la vida. Con amigos, divertida, cometiendo errores, agradeciendo y dejando huella en los demás.
Así es que, si me vuelves a poner en un salón del Irlandés. SÍ, LO VOLVERÍA A HACER.